El viejo acetato hace ruidos extraños, realmente no es tan viejo, es un sencillo de los STP que adquirí en 1991. Ya desde hace tiempo no limpiaba la tornamesa. Se encontraba toda llena de polvo; la aguja estaba doblada y los cables pelados y raídos por algún ratón. Tenía una buena colección de acetatos, con el tiempo se fueron perdiendo; alguno que otro, como los de pearl jam. los fui vendiendo conforme me iba hartando de los discos posteriores a Teen. Y ahora, mientras el disco da vueltas, parece que mi vida dependiera del tiempo que pasa entre track y track, como si el pasado estuviese apretándome los testículos y me los atravesara con unas grandes varillas de acero inoxidable. Aún recuerdo aquella noche que hice un poema llamado “Follando con el Dharma”, fue uno de esos días en los que sólo puedes hablar del amor cuando jalas la palanca del retrete. Me senté a cagar y pensé en un poema, prendí la maltratada grabadora que tengo encima del lavamanos y al azar moví la perilla buscando alguna estación. Separé mis piernas para soltar mejor la caca; y volví a aquel arduo trabajo, buscar alguna estación que mi hiciera menos difícil hacer un poema y echar una buena cagada. Por fin encontré algo bueno, Agustín Lara cantando sobre una mujer que vendía su amor. Cuando terminó la canción comprendí que esa si era una gran tragedia y no lo que a mi me pasaba. Hice el poema y me tiré en la cama a escuchar esas viejas canciones. Al día siguiente llegué a una lectura de poemas con una resaca espantosa; fue un asco aquella lectura; y Grissel llamó desde Torreón diciendo que realmente no quería mandarme al demonio. La llamada no sirvió de mucho, se cortó la comunicación y además, yo ya había hecho “Follando con el Dharma”, Poco después, Grissa se convirtió en budista y yo huí a Berlín, aunque no ayudó mucho. Berlín se convirtió en un gran horno, los 34 grados centígrados y el poco interés en mí por parte de Grissel acabaron por hundirme en aquellas calles ordenadas y limpias. Y el viejo acetato siguió dando vueltas.
Me duró casi un mes el gusto con la tornamesa. Mientras escuchaba el soundtrack de pulp fiction, el acetato comenzó a emitir ruidos no extraños, sino salvajes, parecía una mala mezcla de un dj novato. Me acerqué a ver que sucedía. La aguja se había doblado y el acetato estaba deshecho, rayado e inservible. Me molesté tanto que desconecté la tornamesa, la saqué del mueble en donde se encontraba, subí hasta la azotea y con todas mis fuerzas la arrojé. La tornamesa se estrelló contra una pequeña barda de piedra y algunas partes cayeron hasta el pavimento. Dos transeúntes que pasaban por la calle miraron hacía arriba y comenzaron a gritarme algunas cosas. Yo no respondí, solo deje caer el acetato de pulp fiction, ocasionando que las mentadas de madre siguieran bombardeándome el poco interés que tenía de interactuar con la gente. Hacía algo de viento aquella tarde, baje al departamento, serví una ración de vodka en un vaso, le puse agua de la llave y lo bebí. Prendí la radio y no me importó que fuese una estación en donde las 24 horas anunciaban productos diversos; y minuto a minuto, una varonil y fuerte voz decía la hora exacta del observatorio astronómico. ------Ponga a tiempo su reloj, son las 4 y 5 minutos...------------. Terminé el día sentado frente a la radio, con una botella de vodka vacía y una absorbente tristeza aunada a un dolor de cabeza como pocas veces lo había tenido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario